La exposición «Mujeres del exilio» refleja las experiencias de un colectivo de refugiadas colombianas en la Comunitat Valenciana

  • La muestra recoge la trayectoria de la Colectiva de Refugiadas, Exiliadas y Migradas en España, creada en la Comunitat Valenciana y con implantación en una decena de países
  • A lo largo de seis espacios se reflexiona sobre el exilio, “un fenómeno con múltiples aristas”

“Somos parte de una memoria viva que no se detiene, que va más allá de las paredes y es una forma de destruir la impunidad”. Son las palabras de Alba Teresa Higuera, una de las veteranas de la Colectiva de Refugiadas, Exiliadas y Migradas en España, entidad promotora, junto a Atelier ONGD, de la muestra “Mujeres del exilio. Historias de resiliencia, empoderamiento y transformación”. La exposición, cofinanciada a Atelier ONGD por la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de València, se inaugurará el jueves 30 de septiembre a las 19h en el hall de la Facultad de Ciències Socials de la Universitat de València, donde permanecerá hasta el 25 de octubre.

Alba Teresa Higuera abandonó Colombia en 2003 gracias al programa de refugio de Amnistía Internacional. Las amenazas de muerte que, desde hacía tiempo recibía de los paramilitares por su implicación política en la defensa de la vivienda y los derechos de las mujeres en Bucaramanga, habían llegado a sus hijos. Tras su salida precipitada del país, su vida se convirtió en una larga reflexión sobre el exilio: “Una manera de estar y no estar; una construcción de resiliencias desde lo personal y lo colectivo”. “Una identidad”, resume. Esto sintoniza con la esencia de la exposición, donde se busca dar forma a “un fenómeno con múltiples aristas que atraviesan cada espacio de la vida”.

Para dar a conocer los impactos de este fenómeno se han diseñado seis espacios que contienen cartas, líneas del tiempo, fotos, manifiestos políticos y otras expresiones de las mujeres participantes. Estos elementos recogen las experiencias de las exiliadas colombianas, las afectaciones del conflicto
armado y sus relatos de acción política resistente y organizada. “No ha sido en vano, hemos tejido redes y cimentado fortalezas junto a otras organizaciones en el país de acogida”, reivindica, pese al desarraigo, Leonora Castaño, histórica lideresa agraria y presidenta, entre 1987 y 2003, de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas de Colombia (Anmucic), que se convirtió en la organización de mujeres rurales más importante de América Latina, con más de 100.000 usuarias, antes de ser mermada, hasta casi su desaparición, por los paramilitares en la década del 2000. Leonora, al igual que Alba Teresa, salió de Colombia en 2003 cuando las intimidaciones alcanzaron a sus hijos.

Historia e historias

El primero de los seis paneles traza la trayectoria de la Colectiva, impulsada desde el año 2004 en la Comunitat Valenciana por cinco defensoras de Derechos Humanos, entre ellas Leonora y Alba Teresa. En la actualidad cuenta con mujeres procedentes de organizaciones de base y con trabajo comunitario, urbanas y rurales, campesinas y estudiantiles, así como indígenas y afrodescendientes, que viven en la Comunitat Valenciana, pero también en otras comunidades autónomas. En los últimos años se han añadido a la Colectiva refugiadas en otros países como Canadá, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Francia, Suiza, Reino Unido, Bélgica, Alemania y Dinamarca. Varias de las mujeres que actualmente integran la Colectiva impulsaron, junto a Atelier ONGD, la Mesa de Apoyo por los Derechos Humanos y la Paz en Colombia, compuesta por una quincena de entidades. Y forma parte, desde su creación, del Foro Internacional de Víctimas.

Las mujeres de la Colectiva han ido conformado un patrimonio cultural que abarca la dramaturgia (“Mujer-Eres – El teatro como Arte Sanador, una apuesta a la construcción de la paz”) y la literatura (“Rompiendo el silencio desde el Exilio. Aportes para la memoria y la construcción de la paz con enfoque de género”). También la política de Estado: en 2019 presentaron a la Comisión de la Verdad, surgida de los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP, el informe “La Verdad contada por las mujeres refugiadas, exiliadas y migradas”.

El objeto de la memoria y la memoria como objeto

La muestra prosigue con los paneles “La historia del conflicto”, “El exilio”, “Un nuevo territorio de objetos y afectos, ¿un nuevo hogar?”, “Construyendo redes” y “Activismo”. Uno de los espacios más emotivos es el dedicado a las fotografías con objetos personales de las exiliadas. Se trata de un diálogo sin palabras sobre el desarraigo, la ausencia y la añoranza, pero también sobre la esperanza y la construcción permanente de paz en Colombia más allá de la distancia. En este baúl del tiempo se amontonan maletas, pulseras, zapatillas viejas, bufandas, sombreros e incluso los zapatos que se sacó Esperanza Ramírez, una de las protagonistas de la exposición, en pleno Congreso de la República de Colombia y mostró a unos atónitos parlamentarios como invitación simbólica a ponerse en sus zapatos y empatizar con los efectos desproporcionados y las vulneraciones específicas que el conflicto ocasiona a las mujeres.

Por su parte, Alba Teresa posa con un libro de política y otro sobre feminismo, además de con un cuaderno con sus poesías e imágenes familiares. “Aquí está mi madre”, señala a una mujer en blanco y negro. “Un ser excepcional y experiencia de vida y resistencia desde las mujeres”, se emociona. Y del hombro de Leonora cuelga una mochila de muchos colores tejida por las indígenas Wayúu, originarias de La Guajira. “Dentro puede ir una muda de ropa, tus folletos, documentos. Todo va ahí. Te sirve de almohada en las movilizaciones y las ocupaciones pacíficas”, rememora. Y, a continuación, salta de lo cotidiano, de lo minúsculo, a lo trascendental: “Sirve para la transformación social y política”.

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