«La memoria es un terreno en disputa»

Entrevista a Silvia Yáñez Moreno, directora de la Casa de la Memoria y los Derechos Humanos de las Mujeres, de la Organización Femenina Popular de Colombia.

Silvia Marcela Yáñez (Bucaramanga, 1987) es directora de la Organización Femenina Popular (OFP), junto con la histórica líder Yolanda Becerra, y responsable de la Casa de la Memoria y los Derechos Humanos de las Mujeres. Se trata de un proyecto de algo más 600.000€, financiado en parte por la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de Valencia y que cuenta con Atelier ONG como gestora de estos fondos públicos. Yáñez llegó en 2012 a la OFP como abogada del equipo de Derechos Humanos. Más adelante se encargó del proyecto de reparación colectiva de la entidad, pionero en el marco del conflicto armado e impulsado por la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas del Gobierno colombiano. Se trató de un macro-programa que permitió volver a generar proyectos y fortalecer al equipo, lo que le valió a Yáñez un ascenso rápido dentro de la organización. La Casa de la Memoria se inauguró en julio de 2019, en Barrancabermeja, y entre sus principales retos está consolidarse como referente internacional en tiempos inciertos de pandemia.

El pasado 3 de marzo se realizó una presentación virtual de la Casa de la Memoria, en la que participó Silvia Yáñez junto a representantes de Atelier ONGD, de las instituciones públicas cofinanciadoras y del movimiento feminista y memorialista de la Comunitat Valenciana. Se puede ver el seminario en YouTube:

¿Cuál ha sido la repercusión de la Casa de la Memoria?

La pandemia disminuyó el impulso. Teníamos programadas visitas, acuerdos con los colegios… Con todo, logramos mantener una agenda programática interesante en términos de participación de las mujeres y las víctimas. Desarrollamos cerca 40 laboratorios creativos donde se elaboraron unas 650 piezas cortadas, pintadas y tejidas por mujeres en Colombia y en América Latina. Participaron mujeres refugiadas en España, de México, Chile… Al ser virtual no hubo fronteras. Y, presencialmente, con algunos grupos pequeños en las casas de la mujer. Hoy en día estamos recogiendo un poco de esas tareas virtuales y estableciendo alianzas con el museo de la mujer de México, el de Colombia y con la Red Colombiana de Lugares de Memoria.

Se ha comentado que se trata de la primera Casa de la Memoria de las mujeres en el mundo.

Hay muchos museos de la mujer, pero la particularidad de la Casa de la Memoria es que habla del conflicto armado y sus víctimas. Ojalá hubieran muchos museos en el mundo sobre lo que ocurrió con las mujeres como botín de guerra.

¿En qué referentes museísticos se ha inspirado la Casa de la Memoria?

Fuimos a ver el Museo de la Mujer en México, donde se habla de la mujer en muchos aspectos. Es pequeño, lo que nos generaba una idea de lo que podría llegar a ser nuestro espacio, de 120 m2. El otro gran referente fue el Museo Casa de la Memoria de Medellín, cuya parte museográfica es muy potente: la gente hace un camino que logra movilizar las fibras a través de diferentes mecanismos como paisajes sonoros, herramientas digitales, cajas de música, resonantes… Además, tiene un espacio participativo, se pueden realizar talleres. Otro intercambio fue con Vietnam, con un museo de mujeres sobre la guerra. Tienen un edificio que es una manzana completa de dos pisos. Allá estuvo una de nuestras compañeras. También la experiencia con lugares de memoria que no son exactamente espacios museísticos, como las representaciones de Tumaco y los memoriales en Montes de María.

¿Se trata más de un lugar feminista o de un lugar de memoria?

Me parece más interesante que sea feminista, pero como la memoria es un terreno en disputa, pues le hemos apostado más a que sea de la memoria. Hemos tenido que posicionarnos por las condiciones estructurales de discriminación contra la memoria ante la sociedad civil, uno, y contra la memoria de las mujeres, dos, profundizadas por el contexto patriarcal. Esto hace que todo el tiempo tengamos que estar luchando para que se reconozca el lugar de las mujeres en la memoria. Nos ha tocado dar esa batalla y nuestra agenda está fundamentalmente en el asunto de la memoria. Por detrás, en las bambalinas, por supuesto el feminismo popular.

¿Por qué dice que la memoria es un terreno de disputa?

En este país, más que nunca, están empoderados los que han querido continuar con la guerra por un lado y, por otro, los que se han querido asegurar la impunidad. No solamente la impunidad judicial, sino la social, de lo que significa evadir el reproche social. En ese sentido, la memoria es un escenario muy interesante para esos patrones de la guerra. Conservarla, moldearla a su antojo y presentarla oficialmente para que la gente disminuya su criterio de rechazo y de crítica al comportamiento criminal. Queremos quitarles un pedazo para que se cuente realmente quiénes son los responsables, cómo ocurrió y porque ocurrieron esos crímenes. Que la violencia sexual no es un asunto de unos despiadados, sino que fue parte de la política de guerra de todos los actores armados. Se usó también para amedrentar, desplazar y despojar a las comunidades.

La paz también es un terreno en disputa. Últimamente asistimos a un rebrote de algunos de los peores actos de guerra. La entidad Somos Defensores apunta a 66 mujeres defensoras de DD.HH. asesinadas entre la firma del acuerdo de paz y septiembre de 2020. ¿Qué lectura realiza de este dato?

Es el efecto de haber ganado el sector político que ha defendido la guerra. Han posicionado el discurso de la guerra y la terminación del conflicto a través de la guerra, del exterminio de los excombatientes, de la reducción de los conflictos territoriales ambientales a través de la violencia. Y por supuesto el del negocio. Para los políticos que financian sus campañas, para los empresarios que lavan el dinero… Colombia sigue siendo el principal exportador de cocaína del mundo. Y en los lugares donde se produce sigue estando la guerra viva. Y donde hay conflictos ambientales, en las comunidades que se resisten a los megaproyectos del fracking y la minería, son los que están poniendo los muertos, esos líderes. Ellos no creen en la terminación del conflicto por la vía política.

Volviendo al museo, ¿qué espacio tiene mayor impacto entre las visitas?

Llama mucho la atención el árbol de la vida, por la preferencia a la vida respecto a la muerte, que confronta a la personas por lo que se entiende por la muerte misma y por la muerte violenta. Entonces, ponerlo al revés, en el sentido de que todos los muertos se siembran y renacen de alguna forma en la resistencia, eso transforma un poco la mirada de la muerte y de la muerte cercana, la de sus familiares y, en general, de la perspectiva del conflicto. Y que no serán suficientes los 6.000 muertos en ejecuciones extrajudiciales para acallar a todo el pueblo, que sigue resistiendo.

¿Cuáles son los objetivos pedagógicos de la Casa de la Memoria?

El significado que ha tenido el Magdalena Medio para el país; en las luchas sindicales, campesinas y cívicas por los derechos con los que hoy la gente cuenta: las ocho horas de trabajo, el derecho a sindicalizarse, a movilizarse, a tener una pensión… Se construyeron porque Barrancabermeja lideró esas luchas y puso los muertos también. La otra referencia es el lugar de las mujeres en la construcción de paz. Y desde los lugares comunes, como la casa, el barrio, la comunidad, el río… Ahora, dentro de los procesos de fortalecimiento, queremos decir que quizás nos falta más pedagogía. Conversamos con quienes han estado en este contexto y el mensaje llega. Pero no todo el mundo lo ha vivido de esta forma y pedagógicamente aún no hemos logrado construir mensajes que puedan llegar al público adolescente, al empresario…

Otra pedagogía son los símbolos. La OFP siempre les ha prestado mucha atención ¿Por qué son tan importantes para la memoria y para la paz?

Tienen una cosa muy potente porque logran crear un lenguaje cifrado alternativo al control armado. En ese momento, las mujeres y las comunidades podían comunicarse sin que el actor armado lo entendiera e ir fortaleciendo resistencias. Queremos volver a traer los símbolos, están en la casa. Uno piensa en símbolos y dice pues la bandera, el himno, que son como cosas muy elaboradas, pero aquí hablamos de que el símbolo es la olla, la máquina de coser, una vela, una cinta, una flor amarilla silvestre, una piedra… Son símbolos de la cotidianeidad que se resignifican, se repiensan, con la idea, en ese momento, de resistir o expresar inconformidad. Los símbolos, además, juegan un lugar interesante en el discurso de la OFP: buscan la fe, la espiritualidad. La OFP es hija de la pastoral social, de la Teología de la Liberación. Incorporar esos elementos de lo cristiano en la lógica del feminismo popular es una mezcla interesante, ya que los símbolos trabajan también con el subconsciente. Y mucha de esa información grabada es religiosa. Se trata de utilizar eso para lograr una identidad también entre las mujeres y que pudieran mantener la fuerza en los momentos más difíciles del conflicto y de la vida de la organización y comunitaria.

¿Qué lugar ocupa la Cooperación Internacional en el desarrollo de proyectos como el de la Casa de la Memoria?

Si no fuera por la comunidad internacional no tendríamos casa museo de las mujeres. Es interesante la perspectiva de que la sociedad valenciana se sienta orgullosa de que sus recursos públicos están invertidos en un escenario innovador y estratégico. Y por otro lado, el acompañamiento técnico, político. Seguimos diciendo que la Cooperación y las agencias internacionales de derechos humanos salvan vidas. Estamos esperando las cartas de respaldo de los europarlamentarios. Todos esos lugares de referencia nos generan protección y nos elevan el perfil político para que cueste un poco más atacarnos.

Un proyecto que, además, consolida la relación con Atelier ONGD.

Llevamos colaborando como 20 años o más. Tanto el apoyo al Movimiento Social de Mujeres contra la Guerra y por la Paz, muy importante en su momento para la movilización de “mujeres paz-harán” y para la consolidación de la plataforma del movimiento de mujeres en Colombia y ahora la fuerza que tiene la Casa Museo en esta alianza tan importante con Atelier.

Indíqueme algunos de los principales retos futuros de la Casa de la Memoria.

Hemos abierto nuevamente para visitas programadas con cita previa, con grupos pequeños para garantizar el distanciamiento. Tenemos un tour virtual. Vamos a trabajar para conectar varios espacios de memoria a través de la casa museo y a seguir trabajando con los laboratorios pedagógicos, además de otro trabajo con la universidad de Liverpool muy interesante de archivo. Y vamos a intentar recuperar nuestro archivo del Centro Nacional de Memoria Histórica, donde no ofrecen garantías de conservación, para que lo custodien otros, porque nos interesa que haya una copia en algún lugar del mundo de este archivo de cerca de 5 terabytes [5.000 gigabytes] de información.

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